jueves, 7 de julio de 2011

Cada vez que abandonas su habitación,

tu olor envuelve cada milímetro de la estancia. Ella entonces, se deja llevar en ese instante, y se ríe por dentro, pensando que, si supieras lo que pasa por su mente cada vez que te encuentras próxima a ella, te escandalizarías. Hoy, como otros tantos días, se había visto empapada en el naufragio de tu boca. La suya ardía, de forma infernal junto al calor del verano, y cada movimiento que desplegaba hacia a ti, era conscientemente calculado para no llegar a rozar su piel con la tuya. Eso, sin duda, hubiese sido un estallido irreprimible de felicidad.

Se escondía detrás de sus gafas de pasta, convencida de que así, no podrías adivinar lo que gritaban sus ojos en aquel momento. Y rígida, permanecía minutos antes en la silla, escuchándote con cara de idiota. Ahora se encontraba de nuevo en aquella silla, intentando comprender cómo era posible que hubiese sucedido. Hacía ya tiempo que su apetito había disminuido notablemente, que no lograba conciliar el sueño por las noches, y que un torbellino de emociones y de más cosas a las que no lograba definir, hacían vida en su estómago. Pero fue hace poco cuando se dio cuenta de lo que acontecía en realidad, y se sintió tan enfadada consigo misma por no haber podido reprimir aquello, que empezó a comportarse contigo de manera distante y torpe. Al poco, decidió desistir, abandonándose otra vez a tu encanto. Y ahora, si te fijas, la verás todavía allí, sentada en su silla, comiéndose un poco más la cabeza por ti. Se ha enamorado, y esta vez, sin querer.

miércoles, 6 de julio de 2011

-¡Joder! ¿Desde cuándo fumas?

Echó un vistazo ligero a la nube cenicienta de humo mientras se decidía a poner el primer pie en su habitación. Los discos, apilados por orden de favoritismo; las novelas policíacas y el periódico de aquella misma mañana, arrugados de tanta insistencia literaria por absorber monólogos sencillos.... Todo estaba en orden, todo en un orden perfectamente incómodo. Menos la persona que ahora se veía diminuta y estrechada en el abrazo de unas cuantas paredes verdes.

-¿Y qué me dices de tus ojeras? ¿Y esos hoyuelos blancos en tus mejillas? Ni que no corriera por tu cuerpo ni una insignificante gota de sangre...

Ah, ¡pero qué podía saber C.! La ignorancia es tan bella por fuera, que ni si quiera los que la padecen se dan cuenta de su situación de constante felicidad. Un pálpito, una alegría acelerada, así era su amiga. A veces, sin darse cuenta, una frivolidad genuina, encerrada solo por su imagen en un espejo rodeado por un bonito marco dorado. Considerando de manera fría las palabras de su amiga, ¿qué había sido de ella? Antes de dejarse tristemente abandonada en la corriente. No halló respuesta alguna, solo el sentimiento de encontrarse demasiado lejos de la diversión en aquellos momentos, o de algo cálido que le devolviese la sonrisa. Sí, eso quería, un alma que la sacase de allí, un espíritu que fuese capaz de ver más allá de unas ventanas influenciadas por el mundo exterior. No quería volver a sentirse como un distorsionado muelle, algo donde los demás dejaban caer su peso y luego, emergían de nuevo, pero ella siempre se quedaba allí, agachada por una simple torpeza del mundo. Por una conspiración constante que se empeñaba en salpicar su vida, cubriéndola de las gotas más ácidas. Y claro, así acababa siempre, medio derretida. En cualquier caso, permaneció muda, todo aquello no podría ser la respuesta monocorde que esperaba C.

- ¿Vas a decirme de una vez por todas qué diablos es lo que te ha pasado?

Él. Nunca nadie lo sabría, C. no podría entenderlo. Ni si quiera ella estaba segura de haberlo comprendido alguna vez. Devolvió el cigarro con determinación a su pequeña boca de ciruela, exhaló una nube de verdades. En verdad, ¿desde cuándo había empezado a malgastar sus energías en encender un insípido cigarro? Miró a su amiga a los ojos, con cara de haber despertado súbitamente de un profundo sueño.

- La vida, me ocurrió la vida.






martes, 5 de julio de 2011

Ir por la calle,

cuando el viento emana de algún recóndito sitio,
alejado del verano,
buscar tu cara, inconscientemente, entre extraños,
y encontrarme así con la nada

Tu sombra dice que te marchaste,
sin mapas,
sin kilómetros,
sin miedos,

Me pregunto, ¿cómo lo hiciste?
Yo también quiero ser capaz de no volver nunca,
Yo también quiero jugar a ser de hielo.


lunes, 4 de julio de 2011

'Y si quieres ser algo, sé lo que tú quieras'.

- ¿Cualquier cosa?
- Claro, incluso cualquier idiotez aquí es válida.

Estrechó entre sus labios el porro, dio una calada profunda y entonces, lo supo.

- Vale, cualquier cosa alejada de él. Nada que tenga que ver con su vida y su radiante galantería de un domingo por la tarde,- alzó la cabeza al cielo, extasiada, y continuó haciéndose notar,- Nada de flores, ni de lunas cercanas a Marte. Tampoco estrellas, ni botellas que encierren mensajes secretos. Nada de esta ciudad, ni de sus impertinentes calles...

- Entonces... ¿nada de nada?

Volvió a cerra los ojos. Lo sabía, aún quedaba algo.

- Nada,... excepto el fuego de sus ojos.

domingo, 3 de julio de 2011

Amnesia.

(A medias). Cuando quise darme cuenta llevaba encima unos litros de más, y mi equilibrio bailaba en el borde de la piscina, con la tentación de tirarme de cabeza y ahogar las penas un poco más. Pero enseguida llegaron las volteretas y lo giros irreversibles de mi cabeza, y acabé tirada en la hierba, intentando no recordarte. Estaba allí, bajo las luces superficiales del jardín, y las primeras estrellas que empezaban a asomarse tímidamente. La humedad se colaba a través de mi ropa, y la euforia iba desapareciendo. Cerré los ojos un momento, intentando ignorar palabras como 'no te duermas' o 'tranquila, se pasará', cuando visualicé una de tus miradas. Se clavaba en mi interior, más afilada que cualquier tipo de cuchillo. Volví a mi lugar, y comprendí, ya demasiado tarde, que no había servido de nada. Recordé querer olvidarte en aquel vaso, y la nada se quedó allí, ocupando el espacio en el que tú no te encontrabas.