miércoles, 6 de julio de 2011

-¡Joder! ¿Desde cuándo fumas?

Echó un vistazo ligero a la nube cenicienta de humo mientras se decidía a poner el primer pie en su habitación. Los discos, apilados por orden de favoritismo; las novelas policíacas y el periódico de aquella misma mañana, arrugados de tanta insistencia literaria por absorber monólogos sencillos.... Todo estaba en orden, todo en un orden perfectamente incómodo. Menos la persona que ahora se veía diminuta y estrechada en el abrazo de unas cuantas paredes verdes.

-¿Y qué me dices de tus ojeras? ¿Y esos hoyuelos blancos en tus mejillas? Ni que no corriera por tu cuerpo ni una insignificante gota de sangre...

Ah, ¡pero qué podía saber C.! La ignorancia es tan bella por fuera, que ni si quiera los que la padecen se dan cuenta de su situación de constante felicidad. Un pálpito, una alegría acelerada, así era su amiga. A veces, sin darse cuenta, una frivolidad genuina, encerrada solo por su imagen en un espejo rodeado por un bonito marco dorado. Considerando de manera fría las palabras de su amiga, ¿qué había sido de ella? Antes de dejarse tristemente abandonada en la corriente. No halló respuesta alguna, solo el sentimiento de encontrarse demasiado lejos de la diversión en aquellos momentos, o de algo cálido que le devolviese la sonrisa. Sí, eso quería, un alma que la sacase de allí, un espíritu que fuese capaz de ver más allá de unas ventanas influenciadas por el mundo exterior. No quería volver a sentirse como un distorsionado muelle, algo donde los demás dejaban caer su peso y luego, emergían de nuevo, pero ella siempre se quedaba allí, agachada por una simple torpeza del mundo. Por una conspiración constante que se empeñaba en salpicar su vida, cubriéndola de las gotas más ácidas. Y claro, así acababa siempre, medio derretida. En cualquier caso, permaneció muda, todo aquello no podría ser la respuesta monocorde que esperaba C.

- ¿Vas a decirme de una vez por todas qué diablos es lo que te ha pasado?

Él. Nunca nadie lo sabría, C. no podría entenderlo. Ni si quiera ella estaba segura de haberlo comprendido alguna vez. Devolvió el cigarro con determinación a su pequeña boca de ciruela, exhaló una nube de verdades. En verdad, ¿desde cuándo había empezado a malgastar sus energías en encender un insípido cigarro? Miró a su amiga a los ojos, con cara de haber despertado súbitamente de un profundo sueño.

- La vida, me ocurrió la vida.






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