miércoles, 22 de junio de 2011

Odio que tengan razón,

cuando dicen que esto es una auténtica locura. Y en verdad lo es. Es arriesgado, pero es un sentimiento que no pueden llegar a ver. Hoy me declaro la persona más cobarde de este planeta, y si dijera que del universo también, seguro que no me quedaría corta. Como siempre, ahora me taladro la cabeza diciéndome a mi misma que tenía que haberlo hecho. Y como de costumbre, sigo en mi sitio. Todo en orden, cero sorpresas. Si me dices que yo me lo he buscado llevas razón. Soy yo la que siempre proclama que hay que dejar atrás los miedos y los pensamientos de los demás para adentrarte en lo que quieras. Y mírame, soy la primera que sale corriendo cuando pienso que tenerte demasiado cerca sería peligroso, porque tendría que contártelo y ya no daría marcha hacia atrás. O porque no sabría qué decirte. Oh, espera, sí sé perfectamente qué tengo que decirte, lo que no tengo muy claro es el momento. Pero ya está bien, hay que poner un punto y final a esto así que, allá vamos. Voy a convertirme en una kamikaze decidida, voy hacia ti. Dime, ¿me ayudarás a que no sea tan difícil morir en el intento?

A ver qué tiene París,

además de sus majestuosas calles, la infinita torre Eiffel que roza el cielo, los Campos Elíseos, el Palacio de Versalles, el Moulin Rouge más ardiente que nunca, el barrio más cosmopolita de París (el barrio latino), el encantado bosque de Vincennes, la enigmática Ópera de París, la inspiración de los artistas... Allí es donde se dejan caer los enamorados, donde pasean su felicidad por el Sena y dejan esparcidos sus sueños de futuro. Pero tiene que haber algo más, algo más que esa magia pasajera parisina. Tengo cinco días de mi vida para descubrirlo, para fotografiar su fachada, para cautivarme con su encanto, para nada más despertarme por las mañanas, asomarme por el balcón, tomar aire y decir: Bonjour París!



lunes, 20 de junio de 2011

Marian tiene un problema,

es de esa clase de personas que no se conforman con lo que tienen. Siempre está buscando algo más allá de su rutina, algo que se salga fuera de las triviales reglas de la vida. No le importa lo que tenga que hacer para conseguir su objetivo, todo vale para salirse siempre con la suya. También le da igual a quién pueda perjudicar en este juego, porque para ella todo es así. Juega sus cartas, nunca se retira y siempre quiere más. Está acostumbrada a conseguir todo desde que era una cría pequeña. ¿Perder? Esa palabra no existe para ella. Nunca tiene suficiente, siempre está dispuesta a hacer daño. No tiene en cuenta si hace un par de años fuiste una de sus mejores amigas o le cediste el paso cordialmente al abrir una puerta de cualquier lugar. Ella es así, esa es su cáscara de cristal, su madera de mujer. Ha vuelto, y va a por todas. Y es que ya se sabe, que bicho malo nunca muere...¿o tal vez sí?