miércoles, 15 de junio de 2011

Hoy me apetece revolcarme en los recuerdos,

volver de forma casi efímera a los lugares y al tiempo que ya nunca jamás podré volver a pisar. Si cierro los ojos y me quedo inmóvil, mi cabeza se pone en funcionamiento. Entonces busco, y veo una guardería. Más adelante hay una clase de infantil, o de 'parbulitos', como decían algunos. Allí, en un patio asolado de miles de granos de arena, encuentro caras muy familiares, personas que compartían contigo el bocadillo del recreo, que cuando se enfadaban contigo por cualquier tontería te decían aquello de 'ya no te ajunto!', que jugaban contigo al parchís, al pilla pilla, al escondite, que te contaban historias que esperaban te creyeras, que sonreían de manera dulce cuando te rompían un lápiz de color sin querer, que pedían ser todo lo que estuviese al alcance de su imaginación, que te robaban risas, que te dejaban bien guapo/a al untarte de barro, y cuando llegabas a tu casa, tu madre echaba el santo al cielo. Que acabaron por ser tus amigos...

Si vuelvo a cerra los ojos, me traslado a una playa. Ahora estoy sentada en un banco, contemplando el mar menor junto con una de las personas a las que más he querido en esta vida. Tengo 12 años, y desde pequeña, la Ribera sigue siendo un lugar donde dejarse abandonar en verano. Huelo a brisa, a la sal acumulada en el aroma del aire, a tormenta de verano que llega sin avisar... Castillos de arena, medusas en la orilla, infancia, mis abuelos en la cocina haciendo granizado de limón, la cola para entrar en la ducha después de un intenso día de playa, los helados de la única sirvent que había, la gente corriendo espantada por el paseo por una falsa alarma de bomba, la furgoneta de la radio que iba todos los años y que todos aprovechaban para beber zumo gratis, las personas que venían de lejos a pasar las vacaciones y que se abalanzaban hacia a ti preguntándote con una sonrisa de oreja a oreja 'quieres ser mi amigo/a?', y que luego dejé atrás... Retrocedo de nuevo y sigo en el banco, donde tengo al lado a mi tío. Las olas del mar siguen haciendo orquesta de sus sonidos cuando rompen contra las rocas. Yo me pregunto si hay algo en este mundo, o en esta vida, más pacífico que el mar. Mi tío se gira hacia a mí, y me dice que le queda un año de vida, que va a morirse. En ese momento tú no sabes qué pensar, decides optar por no darle muchas vueltas, por pensar que quizás ese momento es solo un sueño, una pesadilla. A esa edad, todavía no somos capaces de darnos cuenta lo valioso que resulta la vida de una persona. Él estaba ahí, a mi lado, y el reloj se quedó sin más tic tac, justo ahí. En esa playa, en esa arena, en los chistes que me contaba para hacerme reír, en sus manos, en sus 'no te preocupes pequeña, ya verás como todo sale bien'... Desde que se fue no he sido capaz de volver a esa playa, a ese pequeño rincón de tristeza donde de repente la vida me pidió que me hiciera mayor. No puedo volver sola, no puedo respirar su ausencia sin un abrazo que me calme, sin un simple susurro al oído que cante: ' no llores, pequeña, las cosas volverán a su cauce..'.