martes, 13 de septiembre de 2011

Se enamoró de ella por tres razones,

tres razones que él mismo acusaba de estúpidas e incoherentes. La primera de todas ellas la desconocía. Le gustaba pensar que podría haber sido ese aire provocativo y demoledor que transmitía a través de la mirada. 'Sus ojos hablan',-pensó. O quizás pudo ser su forma de despertar por las mañanas, donde él se deleitaba contemplando su carita rosada. 'Verte amanecer, es lo que quiero por el resto de mis días'. La segunda de las razones la conocía con toda seguridad. Se trataba de su manera de ver el mundo, de su capacidad para observarlo todo desde un lado u otro, siempre con serenidad y precisión. Le encantaba la manera en la que hacía de lo más complejo y aterrador, un simple cuento de hadas tristes. Y su tristeza, inundaba cada trazo de su rostro, invitando a besarla con desesperación. Y la tercera, la tercera era clara y sincera. Hablaba de su alma, de su cariño y de su comprensión. De la manera en la que a él le gustaba amarla, despacio y en silencio. Pero, en un silencio acogedor y nada incómodo, donde todo lo que necesitaban decirse, lo entendían entre ellos dos. Una vida en la que solo se necesitaban el uno al otro...