martes, 1 de noviembre de 2011

Se dejó caer en la silla, se desplomó.


Por primera vez en su vida fue consciente de lo que pasaba a su alrededor. Miles de personas enfermas descansaban como podían en cada una de las habitaciones de aquel lugar, aquel hospital que empezaba a estremecerle. Largos pasillos de color blanquecino se abrían en medio de quién sabe cuántas noticias malas que transcurrían allí a lo largo de todo un día. Mensajes como ‘tiene usted cáncer’ o ‘es mucho mejor de lo que pensábamos’. Pero a ella le había tocado el lado malo de la moneda esta vez. A partir de ahora, sería mucho más difícil ser amiga de la normalidad.

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