viernes, 7 de enero de 2011

Miedo.

- Hoy le has vuelto a ver, ¿verdad?
- Sí, tan distante como siempre. Llevaba horas esperando ese momento del día. Tenías que haberle visto, estaba ahí, a pocos pasos de mí, y ni siquiera me ha visto, ni siquiera me ha mirado.
- Te quiere.
- ¿Cómo puedes decir algo así? No existo ante sus ojos.
- No creo que sea así, lo que yo creo es que tiene algo de miedo.
- Eso es absurdo... ¿Miedo a qué?
- Detente un segundo para pensar esto: imagínate que tú estuvieses en su piel, que mirases a través de sus ojos, y que sintieses algo especial por una persona. Le mirarías, sin duda, pero con el suficiente sigilo y toda la prudencia del mundo para que esa persona no se diese cuenta de que le estás observando. Por el miedo, sin duda, de que esa otra persona no sienta lo mismo. Miedos humanos, ya sabes.
- Entonces, miedos compartidos. ¿Es eso lo que quieres decir?
- Exacto. El miedo es el que te impide ver lo que hay realmente, y si los dos hacéis lo mismo siempre que os encontráis, es bastante absurdo. Mi consejo es que seas un poco valiente, y que la próxima vez que le veas, le mires a los ojos con toda la calidez que guardas para él. Es imposible que no sienta nada entonces...

No hay comentarios:

Publicar un comentario