martes, 16 de noviembre de 2010

Inercia


Caminas por el pasillo, tus pies dejan las huellas de un secreto. Respiras la materia de la que está formada el aire, sigues caminando y te detienes. Alzas la cabeza, y dos grandes almendras marrones desprenden un punto de luz incesante: algo ha captado tu atención. Retrocedes, porque no estás seguro de lo que te puedes encontrar al iniciar el siguiente paso, quizás suponga un gran cambio. Pero, ¿qué demonios? La curiosidad humana puede contigo, y avanzas una vez más, esta vez con decisión. Entonces lo percibes, ves su cabello negro, su cara...sus ojos. Ya los habías visto antes, hace tiempo, los recuerdas, aunque ya no tienen la misma inocencia que antes. Ella se vuelve hacia a ti, como si se hubiese dado cuenta de lo que estabas pensando, y te ve. Te mira, y es más, te recuerda. A su mente vienen imágenes de aquel ayer, aquel lugar, ese tiempo...Recuerda con un suspiro cómo empezó todo, cómo llegaste a su vida, y vuelves.Un ruido de pensamientos voltea tu cabeza, y la de ella también. Quiere decirte algo, quiere decirte que te añora, que esperaba verte, que en todo este tiempo jamás ha dejado de pensar en ti. Pero las palabras no son capaces de nacer a través de sus labios, y tú tampoco sabes que quiere decirte algo así. Ella no puede soltarte sin más que supones algo importante en su vida, y tú a lo mejor no estás dispuesto a oír algo que pueda hacer latir tu corazón con fuerza. Mucho tiempo...y ahora aquí. El momento, el lugar, ¿las personas? ¿Casualidad? ¿Destino? Se gira hacia ti y solo es capaz de sonreír con timidez y saludarte. Tú le devuelves el saludo, pero espera que no signifique un adiós.

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