miércoles, 9 de noviembre de 2011

Que sí,

que no quieres creerme, pero un día de estos te quedarás por ahí. Pero antes de marcharte, dale cuerda a mis zapatos, que quedaron desgastados y sucios de tanto ir detrás de ti. Puedo jurarte muchas cosas, pero de que serviría. Además, cuenta como que en realidad no quiero contártelas, ya que si no estás a mi lado, no es lo mismo. Ahora detente un segundo, cierra los ojos y escúchame. Imagina una plaza llena de gente sin emociones, una heladería de sibaritas en medio de la nada, nieve cayendo en una tarde asfixiante de verano sobre el Pacífico. Sería absurdo, ¿verdad? Bueno, del mismo modo sería igual de absurdo echarte de menos cada vez que recuerdo la de veces que me diste a entender que mi vida no llegaría a ser lo mismo sin tu dolor. Reyes o no de los absurdos, en mi océano particular sigue nevando.

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