que en aquel paseo sobre el Sena no pude evitar acordarme de ti, y tus ojos tenían más poder que la mismísima Luna Llena;
que hacen falta más de cien helados sibaritas para acabar con la dulzura de tus manos;
que odié no encontrarte por casualidad en alguna parada del metro;
que las tormentas de París no son lo mismo sin un beso entre medias;
que es horrible caminar por los Campos Elíseos sin tener una mano a la que coger;
que la torre Eiffel no es ni la mitad de bonita si no estás cerca para darle tu luz;
que las calles, los barrios y la gente parecen todos iguales en comparación con todas esas cosas que me gustaría contarte ahora mismo.
Ya ves, me cuesta decirte, que ni París ha podido contigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario